Por qué no nos gustamos en las fotografías




A todos nos pasa: nos hacemos una fotografía, la miramos y no nos gusta la cara que vemos. No terminamos de reconocernos en la imagen que vemos en la pantalla – o en el papel, para los más antiguos. 

Es algo natural, y la falta la tienen los retratos. Los retratos, y una cosa llamada “efecto de mera exposición” o principio de amistad. 

Lo que plantea este origen es que, cuando un estímulo es neutro, nos sentimos cómodos cuando se repite. Y que si algo cambia ese estímulo, nos resulta perturbador. [Te puede interesar: Los peligros de posesionarse selfies con especies amenazadas] Por eso la culpa la tienen los espejos. El espejo de nuestro rostro es un estímulo neutro. 

Ser más o excepto guapos no nos va a suponer un gran cambio a nivel de supervivencia. Así que asociamos como positiva la imagen que vemos en el retrato, por pura segunda vez, por mera conclusión repetida. 

Pero nuestras caras, como cualquier parte de nuestros cuerpos, no es matemática. 

Tenemos pequeñas imperfecciones, algunas que somos capaces de determinar conscientemente – por ejemplo, una mancha en un lado de la cara, o una cicatriz – y otras subconscientes. En trastorno, el atrevimiento que vemos en las fotos está alterado. Es una imagen pensar de la imagen que nos proyecta el espejo – valga la superfluidad.

 Las imperfecciones y irregularidades aparecen en el lado opuesto a donde las esperamos. Nuestro mente, acostumbrado a la imagen del espejo, interpreta este rostro como “erróneo”, y por eso asocia un menor valor estético a nuestras fotos que a la “foto” que ha almacenado durante años de exposición al reflejo.

 [Te puede gustar: Consiguen fotos de leopardos de las nieves en un nuevo hábitat] Todo esto puede sonar bastante rebuscado, sin embargo no hace falta más que avanzar al móvil y poner el modo autorretrato o selfie. 

En la mayoría de teléfonos inteligentes, incluso de cámaras más avanzadas, la configuración por lunar bandera la representación especular de la foto que ha tomado. Porque los desarrolladores de programa son conscientes de este propósito. 

Lo curioso es que todo esto tiene una base evolutiva, un valor de supervivencia, a pesar de que antes hemos propuesto que son estímulos indiferentes. 

Nuestro mente no recibe contraseña del entorno sin más, tiene que darle sentido. Y un estímulo que se repite y que no causa daño es, para nuestro paz, información positiva. 

Por eso al repetirse, deja de ser un estímulo neutro y se convierte en positivo.

Encuentranos en las redes sociales

Facebook         Instagram      Twitter    Linkedln
Derechos Reservados

Comentarios