La escena de los cuerpos tiesos de Óscar Martínez Ramírez y
su hija Valeria, ahogados en el Río Bravo (o Grande, como se le llama en su
cuenca norte) al tratar de cruzarlo a nadando desde México para entrar a
Estados Unidos ha perturbado e impresionado a la opinión pública.
La impresionante
imagen les dio a esa familia una angustiosa popularidad y ha sido una muestra
de la sorprendente crisis humanitaria que se padece en la frontera sur
estadounidense y en la norte de México.
Pero, ¿quiénes eran ese padre y esa
hija que tuvieron tan impresionante y lamentable fin cuando trataban de hallar
en Estados Unidos una historia mejor? Los dos cadáveres salieron en abril
pasado de El Dios, de adonde eran originarios y vivían, junto a Tania Vanessa
Ávalos, esposa de Oscar y madre de Valeria.
Su navegación les llevó varias
semanas a través del norte de Centroamérica y todo México incluso alcanzar a
Matamoros, ciudad mexicana fronteriza con Brownsville, Texas. Como miles de
centroamericanos en tiempos recientes, migraban para pedir abrigo en Estados
Unidos, país en el que esperaban encontrar las circunstancias de vida digna que
no hallaban en El Señor.
De acuerdo a The New York Times, que entrevista a
medios salvadoreños, la familia vivía en la junta de Altavista, un confuso de
multitud de pequeñas viviendas de concreto al este de San Señor, la capital
salvadoreña. Martínez, de 25 años, trabajaba en una pizzería Papa John’s y
Ávalos, de 21, no trabajaba, ya que había transferido su empleo como cajera en
un restaurante chino para administrar a su pequeña hija Valeria, que no llegó a
trabajar dos años.
El ingreso de la familia era así reducido, del orden de 10
dólares al mes, y por ello decidieron originarse de El Señor. Aunque, se
afirma, la entrada adonde vivían está infestada de pandillas, la familia no
huyó de la violencia sino, simplemente, de la pobreza que se les había ahora
vuelto intolerable.
Rosa Ramírez, madre de Óscar y quien vive en El Señor les
rogó que no se fueran hacia Estados Unidos, sin embargo , según el periódico
salvadoreño El Diario de Hoy, la confianza del “sueño americano” que los podría
extraer de la pobreza era intensa y Ramírez no los pudo convencer.
Así,
emprendieron el rumbo al ideal, como muchos miles de sus compatriotas
(realmente una enorme armonía de la población de El Señor ha emigrado a Estados
Unidos en décadas recientes y grandes flujos se han encajado en los últimos
años), llegaron a la frontera sur de México y estuvieron allí por un tiempo en
la ciudad mexicana de Tapachula. Incluso solicitaron asilo en ese país y las
autoridades mexicanas les concedieron una salvaguardia temporal.
Pero ese
trámite se demoraba y la noción de que la amenaza contra los migrantes de parte
del gobierno de Trump y la que éste hacía sobre el mexicano podrían
complicarles las cosas, se lanzaron a la comprometida navegación, cruzando todo
México, inclusive impresionar a Matamoros. Allí, se presentaron en el muelle
fronterizo para entrar a la ciudad texana de Brownsville y solicitar allí
asilo. Lo hallaron al parecer cerrado y ante la imposibilidad de mostrar su
demanda de asilo en ese lugar (que es peligroso para los migrantes) optaron,
quizá motivados por una punzante desesperación y suponiendo que el encuentro
del río era posible, por tratar de atravesarlo a nadando el pasado domingo 23
de junio.
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